PARA VERTE MEJOR: El viaje de Chihiro.


   Una obra maestra de la animación, un clásico. Me acuerdo de haber ido al cine cuando tenía nueve años y de haber visto mucha gente yendo a verla, comentando -especialmente después de que ganó el Óscar- lo buena que es la película. Sin embargo pasé toda mi infancia y  mi adolescencia sin haberla visto nunca. La curiosidad pudo más y finalmente me decidí a incursionar no sólo en este largometraje, sino en el mundo de Miyazaki y el mítico Studio Ghibli; entrando, obvio, por la puerta más grande. 
    Esta película sigue a Chihiro, una niña japonesa que se muda a otra ciudad junto a sus padres, y ciertamente no está feliz por ello. En el camino a su nuevo hogar se ven obligados a detenerse frente a un túnel misterioso cuando encuentran bloqueado el paso. Curiosos, sus padres deciden bajarse a explorar a dónde lleva el túnel y del otro lado encuentran un parque de diversiones aparentemente abandonado. En una atracción que aparenta ser una posada tradicional japonesa, los padres de Chihiro encuentran comida, y, aunque inexplicablemente no encuentran a nadie, se dan un atracón ante los ojos horrorizados de Chihiro que los ve convertirse en cerdos frente a sus ojos. Literalmente. Perdida, sola y sin saber que hacer con unos padres que se han convertido en chanchos, nuestra heroína se encuentra con unos seres monstruosos, unos míticos espíritus que la llevarán por un camino lleno de aventuras y desafíos mientras intenta rescatar a sus padres y volver al mundo que dejaron de potro lado del túnel.

   Claramente esta película se ganó el Óscar por algo. Bellísimas animaciones, un mundo maravilloso, mágico, construido con una sensibilidad artística y una exquisitez que componen un estilo único. La historia en sí es algo difícil de definir. Podría decirse que hay un comentario social sobre el mundo moderno: la pérdida de algunas tradiciones, de la identidad japonesa tradicional; sobre la contaminación y la falta de respeto hacia la naturaleza; sobre la avaricia desmedida; etc. También aparece como tema central a la trama el tránsito de la niñez a la juventud, podríamos decir, simbolizado por el viaje de Chihiro por el mundo de los dioses o espíritus. Allí ella abandona su identidad conocida y se forja otra, para luego volver a ser Chihiro, pero distinta. Ya no puede volver a ser la que era.

   La cuestión de la identidad es recurrente en la película: Yubaba y su verdadero nombre son la clave de la libertad de la heroína, Sin Cara, la transformación de los padres en chanchos, etc. Sin embargo, y para ser sincera, y ya habiendo visto otras películas de Miyazaki desde entonces, creo que si bien el arco narrativo lineal en este caso es importante, una parte de mí piensa que algunas cosas están allí simplemente porque son parte de la fantasía del autor, porque son bellas, porque no restan al todo que es la película sino que suman. Tengo entendido que tuvieron que cortar varias partes, incluido el final, porque la película era larguísima. Sin embargo cuando terminó pensé que se me hizo corta, me hubiera gustado saber que pasaba más allá de ese punto. Así de hermosa es la peli que más allá de la narrativa central me hubiera gustado seguir en ese mundo hermosamente construido horas y horas, aunque sea un poco más.
   Me alegra mucho haberla visto por fin. 

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